Una política social comprende un conjunto de acciones del Estado tendientes a mejorar las condiciones de las necesidades básicas de la población, sin segregación de ningún tipo, ni por estatus social, grado de instrucción, religión o afinidad política, ya que es deber del Estado atender estas necesidades para todos por igual, tal como está establecido en el preámbulo de la Constitución de 1999.
A finales de los años noventa, Venezuela experimentó una delicada crisis social producto de prácticas neoliberales asumidas como necesarias luego de la caída de los precios del petróleo; las cifras de desempleo, pobreza, inflación indicaban un grave deterioro en la calidad de vida de los venezolanos debido a que los anteriores modelos de política social se basaron en un esquema rentista petrolero que tarde o temprano tenía que colapsar. Así, en los últimos años Venezuela ha transitado por un cúmulo de ensayos en materia de políticas sociales hasta llegar al modelo radical-populista que impera a través de la implantación de un conjunto de programas sociales llamados “misiones”.
El nacimiento de las misiones se relaciona con los sucesos posteriores a los hechos del 2002, un referendo revocatorio a la vista, más un escenario con fuertes restricciones fiscales y económicas que debilitaban mas la situación política del gobierno obligaron a pensar en una serie de programas para atender necesidades fundamentales de los venezolanos, por ello luego de cinco años en el poder, en el 2003, el gobierno adoptó un nuevo esquema de gestión al que bautizó como misiones, cuya finalidad era, para ese momento, demostrar la capacidad de la revolución para reducir la exclusión social principalmente en las áreas de salud, educación, alimentación, producción y vivienda, utilizando para ello un modelo fiscal que les permitió disponer y asignar recursos en forma paralela, como aparente alternativa para paliar los resultados de un Estado burocrático, ineficiente e ineficaz heredado de los gobiernos anteriores, a través de una actividad temporal y extraordinaria.
Al analizar el desarrollo de las misiones y sus logros se evidencia que éstas han sido utilizadas más como una estrategia política del gobierno, que como un modelo alternativo de política social, pues lo que se ha buscado es recuperar terreno en las clases sociales mas bajas y ganar espacio para sucesivos mandatos a través de novedosas estrategias de accesibilidad para llegar a los sectores mas pobres, lo cual contrasta con su fracaso ante los deficientes resultados en cuanto a las coberturas hacia los ciudadanos. Las grandes proyecciones que hizo el gobierno pronto se desinflaron ya que no contaron con una planificación previa, un control de gestión y una sólida visión para lograr que progresivamente las misiones se incorporaran a las estructuras propias del Estado existentes para esos fines, permitiendo que se mantengan estructuras paralelas sin mayores controles, amparadas por la renta petrolera venezolana y sus altos precios. La aparición imprevista de las misiones en medio de una estrategia política ideológica, evidencia que no nacieron bajo una planificación seria ni para todos los venezolanos por igual.
Tal vez la idea de las misiones como alternativa de una política social para Venezuela no fue una paranoia, las condiciones del país no eran las más adecuadas a finales de los noventa, pero el modelo paralelo al Estado y el sesgo político ideológico que estas traen como sello, aunado a la ausencia de un modelo de gestión que permita evaluar los resultados, mejorar las mismas y permitirle una sostenibilidad como política pública condenan al fracaso a este proyecto social, tal como está ocurriendo en los últimos años.
Finalmente, para que las misiones puedan ser consideradas como un modelo de política social es necesario que las mismas se acoplen a los principios y obligaciones que dicta la Constitución y se desliguen del componente político ideológico que las caracteriza, así mismo es fundamental que se institucionalicen bajo un modelo único de Estado acorde con nuestra legislación. En la medida que esto no ocurra, las misiones perderán legitimidad social y se debilitarán en su estructura y desempeño tal como ya está ocurriendo según indican las pocas cifras que se pueden obtener a través de los entes oficiales.